Un día
cualquiera donde el mismo se inició con sus normales devenires propios de estar
vivo y con la satisfacción de llevar a cuestas bastantes sanos agostos.
Pero en el transcurrir de la mañana, especialmente al despertar notas que
“estas como más pesado” y que los años te están cobrando con humores malos los
abriles vividos y que son bastantes. Sobrellevas el día y después de dos
semanas de abstinencia deportiva resultado de procesos gripales de la
compañera y mío, sientes que la diaria caminata reclama tu compañía.
A esa hora en no
sé por qué, ya sentido varias veces, el sonar de la naturaleza se detiene, los
pájaros callan y todo el campo se prepara al sueño y al descanso; vivo dentro
en él y por insistente reclamo de la “doña” nos aperamos de
ropa liviana, nos sumergimos caminando en esas 5 pm. de impresionante
silencio. Se los cuento porque nunca había sentido el clarísimo bienestar
posterior de esa media hora de rápido ejercicio que unido, ya bien sudado, a
una ligera y frugal cena, sentí como si me hubieran quitado 20 años de encima o
como si un bálsamo calmante corriera por mis venas. Las toxinas se las llevó el
reparador sudor y un relax te abraza, solamente esperando frente al televisor y
un buen libro, la hora de ir a la cama, casi con la mente en blanco y en paz
con todo el mundo.
Y se los cuento
porque esta experiencia hay que compartirla ya que viene a ser el “visto bueno”
a lo que los médicos, que antes que fármacos, casi te suplican que rompas
la vida sedentaria y te ejercites en lo posible diariamente………por algo los
estudiosos galenos lo recetan.
Son la 5 am. y
este mágico momento tenía que compartirlo, desintoxicado y feliz con la
alegría de iniciar el nuevo día y a 24 horas del simpático “fin del mundo”.
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